‘El tiempo vivido, sin su fluir’ de Denise Riley.
El tiempo vivido, sin su fluir no es cualquier libro sobre el duelo. En este libro no encontrarás pautas para aprender a gestionar el duelo, o una reflexión sobre la muerte y todos sus tópicos. En este libro encontrarás una preciosa reflexión sobre ‘el ser’ del duelo y sobre esa sensación del tiempo atrapado.
Denise Riley, es una poeta y filósofa inglesa que ha hecho grandes aportaciones a la teoría feminista y a la filosofía contemporánea. Después de perder a su hijo tras una muerte súbita, la poeta encuentra en la escritura un refugio íntimo y cálido con que sublimar su dolor. En «El tiempo vivido, sin su fluir», Riley hacer una meticulosa radiografía de su duelo y de la noción del tiempo en el que de pronto se ve envuelta.
El libro de ‘El tiempo vivido, sin su fluir‘ es una metáfora sobre la expulsión del tiempo lógico.
No voy a escribir sobre la muerte, sino sobre un estado alterado de la vida. Así da comienzo Riley su ensayo. ¿Qué siente una madre cuando muere un hijo? ¿Cómo es sobrevivir a la muerte de una persona que, según el fluir del tiempo, debería terminar su vida más tarde que tú? ¿Cómo y con qué palabras puede una madre hablar sobre la muerte de un hijo? ¿Se llega a aceptar alguna vez que la muerte ha sucedido? ¿Está ese hijo realmente muerto en la mente de una madre? Estas son algunas de las preguntas que Denise Riley se hace y responde con la sensibilidad y honestidad que el momento que vive le otorga.
La autora organiza sus emociones, vivencias y pensamientos en formato diario. Este cuaderno de bitácora del duelo va desde un momento tan reciente como son dos semanas antes de la muerte hasta tres años después. Durante ese tiempo Riley analiza el «tiempo» que está viviendo y el «tiempo» que desgraciadamente ya no vive su hijo, pero que de alguna forma ha pasado a vivirlo en su interior. Un tiempo atrapado, que ya no fluye, una vida sin una secuencia temporal «lógica».
El tiempo sin tiempo. La acronía. Darte cuenta de que la lógica secuencial de tu vida se suspende, se paraliza, cae en un terreno yermo que muchas veces no logras explicar porque en realidad no existen las palabras.
Finalmente el libro termina con un epílogo muy interesante que apoya muy bien las confesiones que la autora ha realizado durante los 3 primeros años tras la muerte de su hijo y un poema anexo titulado «A dos voces».
Suspendido en luz despiadada
la gaviota inclinada congela su finta
el mar vidriado son olas endurecidas
sus aguas reverencian por aire brillante
y nunca rompen mas sostienen su arco
rígidamente colgadas en albas sogas
musculosas y relucientes. Todo
lo que ha de fluir está sellado, está suspendido
en una quietud implacable. Unido en
el no-tiempo y suspendido en caída libre.
Página 88 fragmento del poema «A dos voces» de Denise Riley, «El tiempo vivido, sin su fluir».
¿Cómo hablar de la sensación de atemporalidad?
Los seres humanos expresamos nuestras emociones con palabras y de esa manera nos comunicamos con los otros. ¿Qué sucede cuando no existen palabras para expresar lo que sentimos o lo que estamos viviendo? Esta es una situación que, como Riley, muchas personas ya han vivido o vivirán en algún momento de sus vidas.
¿Cómo hablar de la sensación de atemporalidad? ¿Cómo explicar con palabras el presente que vives? Ese presente en el que un instante no te lleva de forma natural al siguiente que de forma lógica debería llegar. Es un presente con cierta distorsión temporal, ya que de forma física el fluir de ese tiempo se ha visto alterado para siempre. Y no existen palabras para nombrar a un hijo muerto o para referirse a un estado similar al de viudedad. Como bien dice Riley «la sensación de haber sido extraída limpiamente de tu tiempo habitual solo se vuelve problemática cuando intentas hacerla inteligible para personas que nunca la han vivido«
Cuando muere un hijo, ¿cuál es la palabra que hace referencia a esa forma de vivir el presente en el transcurso del tiempo? No existe vocabulario. Y esta es una de las reflexiones más interesantes dentro de todo el ensayo sobre el «tiempo atrapado». Porque como apunta la autora en el libro «la metaforicidad que impregna nuestra manera de hablar del tiempo queda reducida a cenizas porque justo en ese momento te das cuenta de que la verdadera adopción de un lenguaje figurado sería afirmar que el tiempo, inevitablemente, <<fluye>>.»
El tiempo vivido, sin su fluir no es cualquier libro sobre el duelo.
En alguna parte del libro, Riley afirma «este trabajo del duelo está resultando ser un proceso extenuante y aplastante de comprensión de la necesidad del trabajo de vivir. Exige vivirlo por completo, aunque la labor de vivir es físicamente agotadora; como un jet lag violento, pero que te sobreviene a oleadas.»
Por eso leer este libro es asomarse a una ventana que mira «al ser» del duelo, a la esencia de este estado. Es un intento por comprender cómo funciona nuestro cerebro ante la repentina desaparición de un ser querido, algo que conecta con lo que se reflexiona en el libro «El año del pensamiento mágico de Joan Didion»
Entonces, cuando te asomas a esa ventana del estado alterado del tiempo empiezas a ser consciente de elementos de la vida tan importantes como «la sólida persistencia de las cosas«, como dice Denise Riley cuando relata las primeras horas después de la muerte. Un momento muy intenso y delicado en el que empieza a encontrarse con elementos físicos de la persona que ha fallecido, su hijo. Asomarse al duelo de cualquier persona, y en este caso, de una madre es ponerte de alguna forma en sus zapatos. Y eso quizá es el primer paso para poder hablar de ello.
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